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Cómo un tipo en un bar explica 30 años de caos USB

gráfico de la historia del USB contado desde un taburete de bar

Cómo el USB se adueñó de todo — del torpe Type-A unidireccional al USB-C reversible de hoy — contado por nuestro amigo del bar después de un par de copas.

¿Te has fijado en cómo el USB simplemente se convirtió en lo que hace funcionar todo en tu vida? Un día conectábamos impresoras beige con cables lo bastante gruesos como para remolcar un coche, y al siguiente cargamos portátiles, teléfonos y cepillos de dientes en el mismo puerto. Es una locura. Pero no pasó de la nada — fueron casi tres décadas de ingenieros peleándose con la física, los costes y la frustración humana para hacer que ese pequeño rectángulo (y ahora ese pequeño óvalo) funcionara como es debido.

Vamos a rebobinar.

Cuando los puertos eran un caos

Estamos en 1995. Intel manda, Microsoft termina Windows 95, y todo el mundo pierde la cabeza intentando que las periféricas funcionen. Tenías puertos serie para módems, PS/2 para ratones, paralelos para impresoras y, si estabas metido en faena, cadenas SCSI que parecían espaguetis uniendo una fotocopiadora con una tostadora.

Entonces a Intel se le ocurre una idea — bueno, en realidad a Ajay Bhatt — crear un único puerto que lo haga todo. Universal Serial Bus. Se suman Microsoft, Compaq, IBM, DEC, NEC — básicamente todos los grandes cerebritos de los 90 — y empiezan a martillar una especificación que sirviera para todo. Plug and play, energía y datos, sin microinterruptores DIP ni IRQ.

Y lo consiguieron. USB 1.0 salió en 1996, 12 megabits por segundo, y funcionaba. No era rápido ni glamuroso — pero era simple. Dos años después, Apple lanza el iMac G3 — azul traslúcido, parecía caramelo — y mata todos sus puertos heredados. Solo dos puertos USB. Boom. De la noche a la mañana, el mundo se pasa al USB porque, bueno, si Apple lo hizo, los demás tenían que ponerse al día.

Ahí está lo gracioso — Intel lo inventó, Apple lo hizo importante.

Cuando Apple se salió del guion

Diez años más tarde, Apple, siendo Apple, decide ir por libre. USB 2.0 se quedaba en 480 megabits por segundo, que sonaba a dial-up en un mundo de banda ancha. Así que Intel y Apple volvieron a unirse y construyeron Thunderbolt.

Thunderbolt era fino — 10 gigabits por segundo cuando USB 2 aún arrastraba los pies. Podía llevar vídeo y datos a la vez, encadenar dispositivos e incluso alimentarlos. Pero, claro, era caro. Necesitaba chips especiales, cables especiales y solo aparecía en los Mac. La mayoría de fabricantes de PC lo miraron y dijeron: “Sí, no gracias.”

Así que mientras Thunderbolt daba vueltas en su pista privada, USB siguió trotando con el resto. 3.0 salió en 2008 — 5 gigabits por segundo — luego 3.1, luego 3.2. Para cuando llegó USB4, ya se había comido el almuerzo de Thunderbolt y se marchó con su protocolo.

El tapado aguantó más que el pura sangre. Pasa mucho en tecnología.

El asunto de la “C” y la muerte del conector de darle la vuelta

Hablemos de conectores. ¿Recuerdas el USB-A, verdad? Ese rectángulo grueso y torpe que solo podías enchufar en una dirección — salvo que siempre lo intentabas al revés, lo girabas, seguía mal, y a la tercera misteriosamente encajaba. No era mala suerte; fue un compromiso de diseño. En los 90 los ingenieros consideraron hacerlo reversible. Dijeron que no, porque costaría unos centavos más por puerto. Unos centavos no suenan a mucho hasta que fabricas cien millones de placas base al año. Así que tuvimos el enchufe unidireccional. Más barato, pero maldito para siempre.

El propio Ajay Bhatt dijo después: “Sí, probablemente deberíamos haberlo hecho reversible.” No es broma, Ajay.

La redención tardó casi veinte años. En 2014, la USB-IF presentó USB-C — el conector ovalado, elegante y reversible que tenemos ahora. Dentro hay ingeniería seria: veinticuatro pines, espejados por el centro para que funcione en ambos sentidos, y minúsculos chips de control que negocian automáticamente datos, energía y orientación. Es simétrico, compacto y puede con casi todo: cargar un portátil, enviar vídeo a un monitor, transferir terabytes de datos. El conector que siempre quisimos, pero para el que la tecnología tenía que madurar.

¿Hasta dónde puede llegar la señal?

Podrías pensar que con cada generación el USB sería más rápido y llegaría más lejos, ¿no? Pues no. La velocidad subió, pero la distancia bajó.

USB 1 y 2 se estiraban cómodamente hasta cinco metros — unos 16 pies. Luego llegó USB 3, y eso cayó a quizá tres metros con suerte. Para cuando llegamos a USB4, incluso un metro de cobre barato puede degradar la señal. A 40 u 80 gigabits por segundo, el más mínimo ruido eléctrico te arruina el día.

Así que los ingenieros se pusieron listos. En lugar de hacer cables más largos, los hicieron más inteligentes. Cables activos, con amplificadores y re-drivers integrados, e incluso cables USB ópticos que usan luz en lugar de electricidad. Esos pueden ir decenas de metros sin perder señal — pero son caros y normalmente no llevan alimentación.

Aun así, impresiona. El USB lleva peleando con la física desde el primer día, y de algún modo sigue funcionando en todo, de impresoras a visores de RV.

Redoblando la apuesta: cómo USB4 v2.0 alcanzó 80 Gbps

Aquí se vuelve loco. La última especificación, USB4 v2.0, duplicó de nuevo la velocidad máxima — 80 gigabits por segundo — sin cambiar el cable ni el conector. El mismo enchufe, la misma forma, el doble de ancho de banda.

Lo lograron usando algo llamado señalización PAM3 — Modulación por Amplitud de Pulsos con tres niveles en lugar de dos. Básicamente, en vez de enviar solo un 1 o 0 con cada pulso, envía “menos uno, cero o más uno”. Eso significa que cada pulso eléctrico lleva 1,5 bits en lugar de uno. Combínalo con mejor ecualización y encaminamiento adaptativo de la señal, y obtienes una autopista el doble de ancha sin añadir carriles.

Es brujería electrónica, pero también el USB en su máxima expresión — evoluciona en silencio sin obligarte a comprar una forma nueva de enchufe.

El dinero y la gente detrás

Todo este progreso no surge de la nada. Detrás está el USB Implementers Forum — la USB-IF — que lleva la batuta. Se fundó en 1995, cuando salió la primera especificación, y tiene sede en Beaverton, Oregón.

Puedes unirte si tienes cinco mil dólares y un producto a tu nombre. En serio — la afiliación está abierta. Obtienes acceso a las especificaciones, a talleres de conformidad y al derecho de usar los logotipos USB en tus productos (tras las pruebas, claro).

La junta la forman pesos pesados: Apple, Intel, Microsoft, HP, TI, Renesas, STMicro — básicamente la misma pandilla que lleva moviendo bits desde la era Pentium. Marcan el rumbo, votan nuevas funciones y mantienen la marca consistente.

La certificación es otro cantar. Probar un producto para la conformidad USB-IF puede costar desde unos miles de dólares hasta más de veinte mil, según la complejidad. Y eso sin contar viajes, prototipos y tasas del logo. Pero si quieres ese pequeño sello “Certified USB” — el que dice que tu cable no freirá un portátil — hay que pagar para jugar.

El impulso para USB-C en todas partes

Hoy la USB-IF tiene una gran misión: llevar USB-C a todo. Teléfonos, portátiles, auriculares, drones — lo que sea. Nada de mezclas de micro-USB, USB-A o Lightning — un solo conector para gobernarlos a todos. También han empezado a exigir nuevas reglas de logotipos y etiquetado, así que los cables deben indicar claramente su potencia (como 60 W o 240 W) y su velocidad de datos (como 10 o 40 Gbps). Se acabaron los cables misteriosos.

Y los astros se alinearon, porque justo cuando la USB-IF empezó este empuje, la Unión Europea presentó su ley del “cargador común”. Desde finales de 2024, todo smartphone y dispositivo electrónico portátil vendido en la UE tiene que usar USB-C para la carga por cable. Los portátiles tienen hasta 2026. Apple por fin cedió y abandonó Lightning. En cuanto pasó eso, el USB-C dejó de ser un conector de nicho y se convirtió en el estándar global.

Ya ni siquiera es “una cosa de tecnología” — a estas alturas es un servicio público. USB-C es el nuevo enchufe de pared. Y si te preguntas cuánto dura realmente una memoria USB, también lo hemos desgranado — porque una vez que estandarizas cada puerto, la siguiente pregunta es cuánto aguanta lo que conectas.

Curioso cómo todo vuelve

Es casi poético. El USB empezó como una forma económica de simplificar la vida a los usuarios de PC y terminó siendo el salvavidas universal de la electrónica moderna. Sobrevivió a FireWire, superó a Thunderbolt, absorbió DisplayPort e incluso hizo que Apple jugara con el resto.

Los conectores se hicieron más listos, las velocidades más altas y los cables más cortos. Y, pese a todo, los ingenieros mantuvieron una regla: compatibilidad hacia atrás. Aún puedes enchufar un ratón USB 1.1 polvoriento en un puerto USB4, y funcionará. Esa es la verdadera magia — 25 años de progreso sin dejar atrás el pasado.

Así que la próxima vez que le des la vuelta a un cable y simplemente funcione — sin chispas, sin drivers, sin gritos al Administrador de dispositivos — brinda por la gente de Beaverton que logró que universal signifique de verdad algo.

Brindemos por el USB — aún universal, aún serie, aún dando guerra.

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